lunes, 19 de diciembre de 2011

¡Salve Pachanga inmortal!

Bandoleros y pachangueros en el Cine Atlántico
 Al pensar en los momentos que estamos viviendo y en la situación como está, me he acordado de un estribillo que pulula por entre los aficionados del Carnaval de Barbate. Con el tipo de Los Senadores Romanos de Paco Alba, la Peña la Pachanga, allá por el 67, salió a las calles, bares y teatros cantando aquello de "¡Salve Pachanga unida!¡Salve Pachanga inmortal! ¡Sálvate de cualquier modo, porque ya los moros no dejan pescar!"  Mejor no puede venir al momento. Aunque también se me viene a la mente el estribillo de Los Bacalaos de Escocia, que acababa con "y que se quede el pescao allá en Marruecos con tos sus... moros". 

Volviendo a Barbate y al tema del Carnaval, mucha gente piensa que por salir en agrupaciones ya es superior al resto. El subirte a un tablao, que te aplaudan, que te den premios... es algo que muchos creen que te da un plus de superioridad con respecto al resto del planeta. Que la gente te aplauda, te reconozca o, incluso, que te admire deber ser tomado como algo anecdótico propio del lugar en el que nos ha tocado, afortunadamente, vivir. 

Y es que algunos (no lo digo por nadie en particular) se creen que son suprahumanos por subirse a un escenario de una peña, cuando no saben, o lo disimulan muy bien, que las peñas han sido ese caldo de cultivo que hoy ha germinado en diferentes ramas del Carnaval barbateño. Cada una con su forma, con su gente, con su estilo y, aunque yo pueda diferir en algún momento de ciertas cosas, eso no implica que no les tenga un aprecio especial o que me entre un 'no se qué' por el cuerpo cuando esté apunto de subirme a un escenario de alguna peña.


En Barbate, por suerte, todavía conservamos estos pequeños mundos del que os hablo, que si bien han perdido fuelle por el paso de los años, han ganado, como los buenos vinos, en madurez y prestancia. Todas las peñas tienen un momento especial para mí. Y es que en esos pequeños mundos, donde muchas veces se para el tiempo, donde la oscuridad no te deja ver más allá y donde las risas y los aplausos  hacen olvidarte de los problemas, se han vivido, se viven y se vivirán mil y una historias.

La Carabinera
En este artículo me voy a centrar en una de ellas. Antes la mencioné y es justo que siga por ahí. Digo justo porque le debo mucho, sin que por ello menosprecie al resto. Un día entré en la peña, pedí un vaso y me quedé a escuchar una conversación sin hablar y de pronto un peñista, muy admirado por mí, me dijo "oye si tú eres pachanguero, aquí estás en tu casa, tómate lo que quieras". La verdad es que esas palabras me llenaron de orgullo, está claro que no me habían dado el premio Planeta, pero era una sensación como de "claro es verdad" y de gratitud hacia esas palabras. 

Lo primero que debo decir es que no sé si realmente me debo considerar "pachanguero". La historia de La Pachanga es un bello y emotivo cuento que espero que no llegue al final, de cómo unos amigos, tras muchos años y mucho pasado, se reúnen en un mismo punto y ofrecen tanto al Carnaval barbateño, todavía más de lo que en su momento ofrecieron. Mi padre no salía en Carnaval, sencillamente porque no le gustaba, pero sí participó activamente de las actividades de esta peña y colaboró siempre que pudo.  Y yo iba siempre con él con la excusa de ayudarle, para escuchar coplas.Y es que los hijos de los pachangueros, ya son pachangueros (por cierto mencionarlos y apoyarlos para que mantengan vivo el espíritu de esta peña por siempre). Por eso me considero medio pachanguero, aunque si ellos me dejan, por qué no serlo entero. Pero esto es otro cantar. 

Como decía me iba a escuchar coplas y pregones. El Abreboca era una noche mágica. Todo el mundo del Carnaval se concentraba para escuchar, como siempre decía mi querido Chan, "el pistoletazo de salida del Carnaval". Pregones con garra, entre lo formal y lo informal, con fuerza y queriendo reivindicar cosas. Un Peter Pan, un Cervantes o un locutor de radio era el encargado de relatar sus vivencias, las de la peña o lo que le venía en gana. Quizás este era el motivo que me hacía soñar con estar algún día frente a ese micrófono y no sentado en una esquina del escenario, junto al resto de pibes que por allí andábamos. 

Actuación de Los niños cachondos...
Y como colofón, los ensayos generales de las agrupaciones punteras. Recuerdo un año que cantamos en el Abreboca con una chirigota juvenil, eso nos daba como un plus de superioridad (dentro de la soberbia del momento, claro), como diciendo "oye que yo canté en el Abreboca". Y fue lo más parecido a un orgasmo, porque lo recuerdo con nervios, ilusión y respeto, mucho respeto. Toda la peña repleta de público y de pesos pesados del Carnaval y, por su puesto, de un ambiente inigualable.  

Sin embargo, después, cuando no cantaba, pedía a gritos que fuera todo el mundo a cantar. Que todos seamos iguales, pero con el tiempo, ahora que sí se hace, me he dado cuenta que pierde el encanto, por lo que antes he contado. Pierde esa sensación de "si quieres cantar, tienes que ganártelo con calidad". Y para mí, desde este humilde rincón pido , precisamente eso, que vuelva aquel formato. Cuatro o cinco grupos, no más, para que se concentre todo y que ese ambiente no se pierda.

La primera vez que salí en una agrupación, mi puesta de largo fue en la peña La Pachanga. En la antigua, en la del inmenso patio. Esa fue mi primera toma de contacto con un escenario cantando coplas, bueno, en ese caso, tocando la caja, que "pa eso mi cuñao me había enseñao". Al año siguiente, para colmo, saqué mi primera agrupación como "autor", por llamarlo de alguna forma, y ensayamos, aparte de en otro lares recónditos, en la peña. Primero en el cuartito aquel que había en el patio grande y después en el almacén que había en el patio chico. Ni que decir tiene que por aquella época éramos unos gamberros que lo que queríamos era salir para pasarlo bien y divertirnos (cosa que muchas veces se pierde ahora). 

Recuerdo que incluso cantamos un pasodoble a la Pachanga, criticado por muchos componentes, pero que era mi forma de agradecer el cariño. Ese pasodoble quizás pudo esperar para, llegado el momento, hacerlo con más fuerza, más intensidad y más excusa.

Pasó el tiempo y la peña cerró sus puertas, dejando al Carnaval huérfano. Por entonces llegó la época de Los Robinsones, el cierre definitivo de Los Piconeros, el "bajón" de Los Bandoleros y los problemas en Los Costaleros. A esto hay que sumar el protagonismo de las asociaciones de Amasa de Casa, La Amistad y Virgen del Carmen. 

Para concluir agradecer a la familia pachanguera, como no podía ser de otra forma, su esfuerzo y trabajo para con el Carnaval barbateño, porque, junto con el resto de peñas (por supuesto) llenan cada febrero de motivación para que, como dijera Manuel Varo en Cañones de Cái, "los que hacemos letrillas en esta fiesta, respetemos la historia del que la tenga".

2 comentarios:

  1. Antes que nada darte las gracias por haber conseguido revivir tantos y tantos recuerdos de este hijo de "pachanguero".
    Tu escrito ha conseguido hacerme sentir orgulloso de la sangre que corre por mis venas(en una de las fotos que has colgado sale mi abuela y mi padre).A la vez siento un poco de tristeza porque por las circunstancias de la vida,no he podido tomar el relevo generacional en la participación directa con mi "peña",pero de lo que nada ni nadie va a poder privarme, va a ser de los años dorados de mi querida Pachanga,de sus tipos de carnaval,de su gente,de la amistad eterna y de todos mis buenos ratos en el templo del carnaval barbateño...
    Un saludo y gracias.

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  2. Gracias a ti,esto es una pequeña parte de mi pensamiento, lógicamente si cada uno escribiera un artículo de sus vivencias en esta peña tendríamos una hermosa enciclopedia. Un saludo. Por cierto, el video de las fotos me lo he encontrado por internet, creo que es del Abreboca de Tito Alcedo.

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