
De vez en
cuando en nuestros hogares nos encanta cambiar las cosas de su sitio. Así, como
suena. Un día te levantas por la mañana (lo más usual, otros se levantan por la
tarde y hay quien se levanta por la noche) y decides que para no aburrirte vas
a limpiar tu habitación, bueno mejor vas a cambiar algún mueble. Por ejemplo,
el escritorio lo movemos a la izquierda, pero como no queda bien lo colocamos justo
debajo de la ventana y comienzan los problemas: no podemos cerrar la persiana.
Por ello decidimos moverlo a la izquierda un poco y esquinarlo con la pared.
Listo.
Ahora le toca el turno a la cama. Primero la colocamos de tal forma que
podamos observar el ordenador, después con perfecta visión a la TV. El inconveniente
es que queda muy poco espacio y no te puedes ni sentar en la silla del
ordenador. Bueno, pues movamos el ordenador... ¡que va, no hay forma!
Retoquemos el ropero, empujemos "iiiiiiiiii"(sonido onomatopéyico que
representa el hecho que el ropero pesa un... tela y lógicamente no
vamos a vaciar todo el ropero, eso es tener muchos...
tela) hasta el fondo de la pared. Justo al lado de la cama y enfrente
del escritorio. ‘Second problem’: te da por custionarte ¿abrirá la
puerta? Te diriges preocupado hacia el pomo del armario de tres puertas (de
esos de oferta) y al entrar en contacto tu mano con el susodicho
agarrador en cuestión, notas como un aire frío recorre tu cuerpo, ¿qué pasará?
Por fin te atreves a abrir la puerta y… era normal pensarlo, la puerta choca
con la cama y no puedes abrirla del todo. Pasemos al plan B, el cual consiste
en desmontarlo todo otra vez. Esto es como el típico puzzle de piezas metidas
en un estrechísimo cuadrado y que hay que mover las piezas hasta formar una
imagen. Moveremos la cómoda, la verdad es que te das cuenta que está un poco
apolillada. Este es tu momento, la excusa perfecta para tirarla y así hacer un
hueco en el puzzle. Metes la ropa interior y otros en el armario de cualquier
forma y para la basura. Nuevo planteamiento, observemos la situación y pasemos a
la acción.
Quitemos el armario, otra vez “iiiiiiiiiiiiiiii” (ahora más largo
porque tiene más ropa dentro) y coloquémoslo al lado del escritorio, ubiquemos
el escritorio al lado de la cama. Y la cama le ponemos atravesada. Problema
resuelto. Pero ahora no puedes ver el ordenador. A cambiarlo todo. El ropero,
el cajón, la cómoda, el espejo, el cuadro…
Al final, te quedas con el
escritorio en el mismo sitio, la cama donde estaba antes y el armario, más
erosionado por el movimiento, justo en el mismo punto del principio. Pero eso
sí, no tienes cómoda y no sabes dónde poner el televisor. Osease te has hartado
de mover y lo has dejado todo igual o peor. Pues esto es sólo tu cuarto,
imagínense si tienes que cambiar la imagen de un partido político. Je,je
(sonido onomatopéyico que indica que me estoy jactando, ‘jartando de reir’)
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